“El espacio es el mundo…
El tiempo es el ahora”
-Zygmunt Barman
What will they do…
when the link they live becomes missing?
-Chuck Schuldinner
Probablemente hoy menos que nunca el mundo ha dejado de ser un lugar estático, las diversas formas de migración y flujos se vuelven constantes, recurrentes temas de conversación. La movilidad –de la información y de las personas- se ha disparado como bala de una manera sin precedentes.
Y es que para viajar en el espacio-tiempo no hace falta ya imaginar la posibilidad de crear portales mágicos, basta con prender el televisor, conectarse a la World Wide Web, o marcar un número telefónico para tener la sensación de estar en otro lugar en tiempo real.
Pero el rompimiento del espacio y el tiempo también se encuentra en virtud de otros intereses más allá de la sensibilidad y la afectividad. Al eficientar los procesos de transformación con la reducción de gastos ocasionados por los tiempos de espera y el transporte a través del espacio, estos sistemas “zombies” –prefiero la metáfora del vampiro- se autoafirman como proyectos aún viables convirtiendo así al movimiento y a la movilidad en instrumentos de dominación.
Esta fluidez se enfrenta a la permanencia de la arena y a la lentísima movilidad de las capas tectónicas del subsuelo marino, en este sentido la memoria y los espacios sociales se vuelven significativamente contrarios a ese rompimiento espaciotemporal ya que si aún éstos experimentan cambios en la significación de que se revisten, el proceso a través del cual estos cambios suceden es mucho más dilatado.
Así los espacios públicos devienen espacios de lucha por el poder, de enfrentamiento en contra de la “privatización” y la “marginación”, se vuelven lugares políticos en donde se revive el debate entre la homogeneización y la pluralidad de experiencias de lo social. Y es que los espacios públicos cumplen con la función de una suerte de disco duro social, lugar de registro de la memoria colectiva, manifestándose como embodiment de la tradición, frente al resquebrajamiento del espacio y el tiempo ya que obedecen al orden vivencial.
EN medio de esta lucha aparece la idea de la conectividad, no sólo referida a los equipos informáticos sino a una lógica desde la que, tomando en cuenta la circulación de objetos, mercancías y personas, el espacio urbano se piensa como un conjunto de partes interconectadas entre sí y no abandonadas a sus particularidades.
Este rompimiento del aislamiento social podría fungir como un vínculo comunicativo en el que los espacios sociales se definen ya no sólo desde su carga significativa propia, sino en relación a otros espacios.
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